jueves, 29 de abril de 2010

Ese suave canesú. 3

3.-

No quiero mandarlo al frente gratuitamente, pero después de lo de anoche, es lo menos que puedo hacer. Cuando volvimos a casa, al tipo se le ocurre entrar al ciberchat y ponerse al palo con esa japonesita del orto. Y una vez más, me deja sola de nuevo: me pongo mi remera con el logo de Visa (la de Reebok la tengo para lavar), me cepillo los dientes y me voy a dormir. Desde la cama hago zapping. Me quedo viendo cómo Alexandra Rampolla (versión gorda) junto a un grupo de mujeres latinas hablan del Punto G masculino: para alcanzarlo hay que palpar la próstata con el dedo de manera de producir una eyaculación espontánea. Dicen que está a unos 5 cm del ano y en la pared que da hacia la vejiga. A mi ex se lo descubrió el proctólogo y después me hizo practicar a mí a ver si alcanzaba la misma sensación. No tengo esa habilidad así que me dejó diciéndome que, después de su examen rectal, ya nada podía ser lo mismo.
Volviendo al punto (al del inicio) tengo que decirlo finalmente: Snob es un heroinómano pornográfico. Al principio no me di cuenta y me parecía normal su suscripción a Playboy, Penthouse, Kiss Magazine, Eros Comix y Condorito. Y me pareció una buena idea suscribirnos a Venus ya que la cuenta del video club era kilométrica y en el barrio nos empezaban a mirar mal porque todos sabían quién era el único que osaba pasar la cortinita “adultos” y pedía al delivery "El diablo la tiene dura". Eran épocas, de todas formas, en las que Snob sabía de porno en serio, no miraba cualquier cosa. Pero empezó con John Waters y terminó con John Stagliano, un desperdicio. La culpa de todo la tuvo la fibra óptica. Telecentro, para ser más precisos. Si hay mujeres que le hacen juicios a las tabacaleras porque su marido se agarró un cáncer, un día de estos hago lo mismo: “Sr Bill Gates, usted arruinó mi vida sexual y eso no tiene precio. Antes convivía con mi amante, ahora con un pajero full time. Si hace falta, dele un electroshock para que se cure, pero revívamelo”. Eso debería hacer yo…o irme a la mierda.
Lástima que el Sr. Snob me es infinitamente más útil en otras cosas que en la cama. Recuerdo los comienzos de su adicción con nostalgia y hasta ternura. Lo más triste es que la peste lo agarró joven y vital. Corría el año 96, todavía teníamos conexión telefónica, el servicio se caía, no sabíamos cómo navegar por la red. Las páginas porno free no existían y ni hablar del cibersexo así, que más o menos, el mal estaba controlado. Pero todo empeoró a comienzos del 2000: compramos una computadora con pantalla plana, ampliamos el disco rígido (2 Gb!) y pusimos banda ancha. De allí en más, consumir pornografía se volvió una costumbre tan natural como orinar, dormir o comer. Menos habitual se volvío marturbarse y muchísimo menos tener sexo. Yo me puedo arreglar todavía, Snob es sólo mi compañero de piso y las reglas están sobre la mesa. No me va a venir, a esta altura, con un planteo ridículo de fidelidad o compromiso. Pero otra cosa es que yo sea un cero a la izquierda y el tipo se la pase frente a la computadora y ni siquiera me mire. Es más, a veces entro a la casa con un chongo que me ligué por ahí y él ni siquiera se inmuta. Varias veces hablamos del tema porque me preocupa su estado de salud. “¿La pasas bien?”, “¿Te falta algo?”, “¿Te sentís inseguro y poca cosa?”. Siempre me dice lo mismo: “La abstinencia carnal la tolero, la digital, no”. Pobrecito. Debe sufrir un montón.
Sé que Snob, antes de conocerme, sólo tuvo sexo teenager: lindo, breve e insuficiente. Y claro, el porno es ilimitado…lástima que no estás ahí! Además, después de “sentir” tanto terminas por no sentir nada. Todo te parece exiguo. Eso le debe haber pasado conmigo, supongo. Con la japonesita, en cambio, la pasa de maravillas. En verdad es coreana y vive en Flores Sur. Se vieron un par de veces, pero prefieren seguir manteniendo cibersexo porque ya están intoxicados.
Una vez la invitó a comer. Fue una situación absurda. Pedimos comida china, yo no paraba de hablar, para hacerme amiga y entrar en onda. A ella la noté bastante incómoda desde que llegó. En un momento, sacó la laptop de su cartera y le hizo una seña rara a él, algo así como un círculo con una mano y el anular de la otra adentro. Snob se llevó el plato de arrolladitos primavera y se retiró solemnemente. Me pidió antes, me acuerdo exacto: "¿Podes recojer la mesa porque yo no la puedo recojer?". La anoté para terapia. Creo que se quedaron chateando toda la noche. Ahora por lo menos, no le tengo que ver la cara a esa japonesa perversa y con olor a chivo. Mejor así. Si hubieran terminado de novios me tendría que haber ido del departamento. Con lo caros que están los alquileres. Y lo mucho que aprendo del Sr. Snob. Él es mi inspiración. Defectos, tenemos todos...

martes, 27 de abril de 2010

Ese suave canesú. II

2.-

Tras dos semanas metidos en el departamento, anoche salimos de la cueva. Snob pasa por estos estados de vez en cuando: se deprime y me arrastra a su trance soporífero. No sé porqué le sigo corriente, supongo que me da pena verlo ahí tirado en un sillón, leyendo todo el día, haciendo zapping y comiendo sobras de la heladera. Cuando pasa por estas crisis, Snob no se baña, se muerde mucho las uñas hasta sangrarlas, suda, tiene diarrea y no tira la cadena del baño. Se vuelve insoportable la convivencia, pero por alguna razón, lo banco. Es que me imagino que está sometido a tanta presión el resto del tiempo que el pobre explota por algún lado. Imagínense lo que es estar calculando qué ponerse, qué decir, adónde ir a comer, qué leer, con quién hablar, qué escuchar, qué comprar…es demasiado hasta para él. Por suerte, estas depres le agarran un par de veces al año, así que se vuelve manejable. Y como él es muy generoso, me compensa después con mucho mimo y regalos caros. Sabe que su secreto está bien guardado y que no voy a andar contando por ahí que “esos días” el rey del snobismo mira Intrusos, escucha Los Cafres, devora películas pedorras en Cosmopolitan, se masturba con Wanda Nara y lee el horóscopo ya vencido. Pero anoche, por fin, salimos. Como siempre, me eligió la ropa. Me molesta mucho menos que tener que aguantar después sus resoplidos y quejas. Además, así no tengo que preocuparme por tener buen gusto o pulir mi imagen. Ni siquiera me tengo que ocupar por tener una personalidad. Snob lo hace todo por mí. Para la ocasión, zapatillas Nike muy rotas (confieso que las compramos de segunda porque no las puedo usar nuevas), un Levis ajustado, remera de Patti Smith y saco negro de pana, color azul eléctrico (comprado en Zara, pero que no se note la etiqueta, obvio). Cabello: recogido y desprolijo. Aros dorados, grandes, ochentas. Morral peruano. El morral y las argollas parecen disonantes, pero no. Son esos objetos que el snob usa como diciendo al pasar: “hago lo que se me canta el orto”, aunque todos sabemos que están perfectamente calculados. Como es habitual, vamos a Palermo. Aunque últimamente, alternamos con Almagro porque Palermo hace rato que está de moda; se llenó de extranjeros, artesanos y tilingos. Demasiado aire de “barrio intelectual” mezclado con arte kitsch, barcitos fashion y pendejada veinteañera. Además, ya no tiene onda comer étnico. Según Snob, si en los noventa garpaba decir “me gusta la comida armenia” ahora es casi una cursilería. Desde que el sushi se extendió a la clase media, la gastronomía dejó de ser un gusto de distinción. Ahora “cualquiera” tiene una bodeguita en su casa y cocina como los dioses, para Snob, la culpa la tienen esos programas de cable (con cocineros “buena onda”) que educaron el paladar de la masa. Los "falsos nosotros" se piensan que ir a comer comida peruana a una fábrica recuperada tiene glamour. ¡Pero por favor! Si son los mismos que andan con una Hecho en Buenos Aires bajo el brazo y un celular de 800 pesos en el bolsillo. Como siempre decimos: son los peores. Preferimos a los chetos, que son más evidentes en su hipocresía. Esos posvanguardistas cool que editan en Eloísa Cartonera, viven en casas recicladas de Palermo Soho, Palermo Freud, Palermo Sensible…uf. Son los mismos que leen la guía de Clarín los domingos. Entonces fuimos al Club Eros aunque ya sabíamos que esa onda de “cocina porteña y barata” es todo un bluff. Hace rato que la movida de estos espacios reciclados vivibles y cálidos amablemente te rompen el culo con los precios. Pensado para “la familia” pero los únicos que pueden pagar un plato de pastas en estos lugares son los snobs y los extranjeros. Es decir, todos los que buscan comer “como en casa” porque tienen nostalgia de lo que no tuvieron. Ya la palabra “Club Eros” designa un lugar imaginario. Como si fuera la “Sociedad de Fomento de Soldati” pero al revés. Un lugar hecho para los placeres hedonistas de “buenos vecinos” que esperan encontrarse a Emmanuel Horvilleur, pedirle la sal con “total naturalidad”, aunque se mueren por un autógrafo. Por eso, nos merecemos que nos traten así: que creamos que el mozo nos trata como a sus sobrinos (nos quiere y nos espera cada semana) cuando lo que le interesa es la propina que le dejas, volver a su casa temprano y que no le rompas las pelotas. En fin, llegamos tipo 9 y ordenamos lo de siempre: espaguetis carbonara (él), lo mismo pero a la puttanesca (yo). Por suerte, ya aprendí a manejar bien el fideo. Aprender la forma correcta de enrollarlo exige que practiques muchas veces antes de mostrarte públicamente. Snob recomienda tomar una o dos hebras con el tenedor, enrollar el fideo contra la parte cóncava de la cuchara y levantar ambos cubiertos del plato aproximadamente a unos seis centímetros. Si te cansa o genera dolor, es que estás haciendo mal algún movimiento. Pedimos un Rutini Malbec y un agua mineral. Sin postre. No nos quedamos demasiado tiempo, la idea es que una simple cena no suponga “una salida”. Nos retiramos tipo 10.30, en la puerta Snob se prendió un puro. Caminamos varias cuadras tomados de la mano. Me aguanté las ganas de llorar hasta llegar a casa.

viernes, 23 de abril de 2010

Ese suave canesú. Literatura sobre el snobismo y otros males de época



Primera parte
Snob y yo curtimos de vez en cuando pero cada vez nos toleramos menos. Nuestra amistad nació hace varios años y admito que aprendo mucho de él, a pesar de que me de asco. Me gusta coquetearle, aunque sé que nunca se va a enamorar de mí. Siempre me lo dice: “sos demasiado de barrio”. Todavía no entiendo que quiere decir bien con eso. Ya que no me como las eses ni ninguna otra letra del diccionario. Además, visto como casi todas sus amigas (a las que también se empoma) y sé distinguir perfectamente a los tilingos. Siempre lo decimos: hay que tener mucho cuidado con esos, porque suelen pasar desapercibidos y se travisten muy bien en las fiestas. A veces se me pasa alguno o alguna, pero ahí está Snob para advertirme: “la chica con la que hablas y que aparenta coolez (después les explico) en verdad, se compró las zapatillas en cuotas, va a volver a su casa en colectivo, no fue al Bafici, no tiene idea quién es Fogwill y adentro de la cartera tiene bonos de descuento de Gustados”. Igual, la chica se la rebuscaba muy bien. Eh? Justo me estaba contando que vio un cortometraje de Juana Molina y Lucrecia Martel. Seguro que lo bajó de You Tube antes de salir de la casa. Snob siempre tiene razón: hay que desconfiar de esa gente. Son camaleónicos, parecen “reales” pero siguen creyendo que seguir a Babasónicos o a Celeste Cid les habilita el carnet de entrada. ¡Están tan desactualizados! Como si (a esta altura) ser fan de Liniers o de Isol te vuelve un "tipo raro" y te diera algún tipo de derechos por sobre el resto de los mortales. Esos son los peores: los que llegan tarde a la modernidad y encima quieren formar parte de nosotros. ¡Avivate nene! Cuando a vos te empieza a gustar Isol, a mi vieja le empieza a gustar Maitena. No se dan cuenta porque el gusto se lo arman leyendo la revista Ñ. Y así, siempre pierden. Para ser un buen snob hay que estar siempre saliéndose. Lo que importa no es imitar la novedad, sino saber apartarse de ella. De lo contrario, solamente sos un tipo que “está a la moda” y eso no tiene nada que ver con el snobismo. De eso, los tilingos nunca se dan cuenta. Hablaba de la “coolez”, más arriba. Que no se confunda con “culez”, porque si hay algo que me enseñó Snob es que para ser del clan, no tenes que tener un culo grande. Ni muy parado, ni muy lindo: apenas un culo prometedor. Y eso sí, sin celulitis (porque si sos snob vas a ir a muchas casas con pileta). De eso también me habla, con total franqueza: “puede haber una gorda o un gordo en un clan pero nunca más de uno. Así que si ya hay una, más vale que te pongas a régimen”. Por eso lo quiero tanto a mi amigo: me da consejos sin rodeos y me libra de la tentación. Amén. Claro, eso me hace bastante infeliz ya que nunca me divierto. Pero por lo menos sé que no voy a comprar gato por liebre. Esta es una frase que nunca diría Snob, ahora me doy cuenta: ¡los refranes son tan poco chic! Esto tampoco lo usaría, la palabra “chic” es ochentosa y todo lo ochentoso, me dice Snob, huele a Los Pericos y a The Police. Tengo que reconocerlo, de todos modos. Snob me decepciona y avergüenza cuando camina a mi lado y hace esos chistes tan ridículos y … ¡es tan afectado!. Sin embargo, paga la mitad de las cuentas del departamento, me invita a comer a lugares lindos, tiene buena conversación y por sobre todas las cosas, a mí no me dejaría afuera del Club, nunca. Y eso que él deja afuera a casi todo el mundo. Es muy difícil entrar a su Clan. A mí me trata bien, tampoco es que “me adora”. Creo que me banca bastante y me tiene compasión. Es que se da cuenta que me costó mucho llegar acá y entonces, se hace el boludo. Es como si me hubiera adoptado. Y me da lecciones, le gusta hacerse el maestro ciruelo. Ciruelo no es snob, pero muchos de sus seguidores pueden serlo. Ese es otro tic que me dio Snob: si te gusta Rafael Spregelburd, Rafael Cippolini y Dani Umpi, no te hagas mucho problema. Seguro que garpa. Ellos SON de los nuestros. Lo más difícil es conseguir sumar a “los otros”: los que pueden ser aceptados en el “Club del Buen Snob” sin que ellos quieran ser parte. Son figuritas difíciles y cuando metes una de estas fichas, tené por seguro que quedas muy bien. Es un riesgo. Por ahí tiras en una reunión, “¿leyeron a Bruno Schulz?” y quedas para el culo…o no. Y el pobre tipo es sumado a la listita. Lo difícil es con la historieta. Es un número puesto decir que te gusta “Jeneverito”. En parte porque suena bien y ahí tenes la mitad de los puntos ganados (es lo mismo que decir Fassbinder o Truffaut). No sé si lo es tanto decir que te gusta … (tengo que consultar con el Sr. Snob antes de tirar el nombre). A mí me gusta hacer las cosas bien. Y siempre hago los deberes.
(sigue…)

jueves, 1 de abril de 2010

trabajo en el jardín

Abril me tomó estas fotos de historieta, cuando hay sol, me gusta trabajar en el jardín. Siempre un termo y mate. La lectura de media mañana, el ruido lejano de los autos. Es un jardín compartido con los vecinos, así que debo evitar los horarios comunes. Hay una vieja hamaca que ya nadie usa.