miércoles, 23 de junio de 2010

Canesú 11 - Desde Locutorio "Amigos 2"

Fabrizio cayó en cana por venderle a una mina un vibrador luminoso. Nadie le avisó a la gorda pajera que enchufado a 20 voltios causaba la muerte. El entusiasmo de la gente, a veces causa tragedias. El envase sólo decía: “Encendé tu lujuria. Made in Argentina” y eso le jugó en contra al pobre de Fabrizio. El producto no tenía indicaciones de uso ni había pasado por control de calidad. El incidente se agravó cuando el tarado salió a declarar en los medios y como siempre fue cholulo se las ingenió para ser primera plana y caer simpático. Lo del vibrador fue carne de cañón para los programas amarillistas. Esos con paneles de mediocres que gustan del chiste fácil y el lenguaje procaz, onda Pettinato o Tortonese, por nombrar los mejorcitos, aunque, ni ahí. Mientras Fabrizio estaba preso, los boludos esos salieron a tirar frases del tipo “se armó la gorda”, “se fue en llamas”, “se le quemó un fusible”, “vio la luz”, “la flipó en colores” y otras sandeces. Y fue durante esos días que aparecieron las denuncias que terminaron de hundir al pobre de Fabrizio. En un caso, una mujer se había desfigurado el bozo con una cera depilatoria (mezcla de brea y poxipol) llamada “Pelonoway” y en el otro, una cheta había matado a su perro después de alimentarlo con “Cagoflores”; hubo otros casos que no recuerdo. Todas minas, como es lógico. Mujeres con guita que tienen tiempo para navegar en internet y comprarse chucherías. Fabrizio que se daba maña con todo, había montado su propia empresa después de que lo despidieran de “Llamé ya” por afanarse 42 tanagras. Dos eran míos, ya lo dije, pero los otros se los revendió a un coreano de la calle Avellaneda. Sin trabajo y desmoralizado, alquiló un taller y se puso a armar sus propios artefactos con boludeces que compraba en Easy. Una página en internet desplegaba un catálogo de inventos que sólo él podría haber ideado: el ya mencionado vibrador “Viciosa” (confeccionado con tubos catódicos de puntas redondeadas), un reloj despertador con forma de gallo (que al sonar te escupía), un celular-encendedor o una pasta dental con gusto a asado. Invertí bastante en el negocio y no me alcanzó para la fianza. Le dieron 25 años, teniendo en cuenta que tiene 35, más vale que se consiga novio. Alguna vez iré a visitarlo y de paso me hago un documental cool en Devoto. Después lo vendo como programa canchero a Encuentro o a Canal 7. Y capaz, hasta me hago famosa y me gano algún premio cultural y me hago dar por Alan Pauls. Plata estoy necesitando, porque quedé en la calle. Intenté contactarme con Snob, pero no hay caso. No responde mis llamadas y todos nuestros conocidos en común, se abrieron de gambas. La única salida que tenía era venirme a vivir con su abuela. Si bien las primeras semanas ni se daba por aludida ahora, por lo menos, cuando pasa al lado mío me grita: “¡Usurpadora!”, “Voy a llamar a la policía”, “¡Ladrona!”… y esas cosas. Esta bueno que me registre, así no se siente tan sola la vieja de mierda. Lo que me molesta es vivir con tantos gatos. Debe tener como veinte y todos mean y cagan adentro de la casa. Encima no los puedo ahogar o envenenar de a uno porque la guacha los cuenta todas las noches. Es increíble el método que tiene. No sé cómo lo logra pero a la misma hora, todos los días, los gatos se ponen en fila india levantan la pata izquierda y dicen “Miiauu Mi”, que es decir “presente señorita” en idioma felino. Después del conteo, les da un revuelto de una viscosidad nauseabunda. Al principio, no sabía qué era. Suponía que se trataba de algún guiso casero hecho con restos de comida. Qué ingenuidad la mía. La muy sorete mezcla sebo con Toddy viejo. Me llamó la atención que en la alacena de la cocina hubiesen decenas de latas de los cincuenta. Un día le pregunté si le gustaba la chocolatada y la muy pirucha me contesta: “Por supuesto que sí. Mi papá me hacía la leche más rica del mundo”. Más tarde me enteré que se había suicidado cuando Estercita cumplió los diez años. Ester, la abuela de Snob, recordemos: no me quiere en su casa. No es mi problema si no tengo alojamiento y su nieto me desconoce. ¿Qué puedo hacer yo a esta altura? ¿Prostituirme? Es en lo que estuve intentando seriamente los últimos días. No me tan mal. Las putas de Flores, me dicen que es porque tuve culo (je) y me tocó uno lindo y limpito. Pero es obvio que lo que las asusta es que les quite la clientela. Igual, mejor me busco laburo. Tenes que estar muy buena para que te paguen bien…y la verdad, es que no me da el cuero. Me canso rápido y prefiero que me hagan a tener que hacer yo todo. Y me voy porque empezó Malparida y en este puto locutorio ponen la tele a todo lo que da. TELECENTRO: TE DETESTO.
PD: Debo la imagen...imaginen en su caso, lo que quieran.






martes, 15 de junio de 2010

Suave Canesú 10




Retomo estas notas meses después para contarles que mi vida es lamentable. Y no es que a alguien en particular le importe lo que me pasa porque después de todo un diario íntimo no es como publicar tu vida en internet. Y aunque quisiera, no tengo computadora. La laptop fue una de las cosas que me quedaron en la casa de Snob. No soy tan estúpida como para no reclamarla, pero cada vez que le toqué el timbre o llamé por teléfono me atiende una persona distinta. Es como si en ese departamento todos complotaran para no devolverme mis cosas. Puede parecer paranoico pero es muchaaa casualidad que cada vez que voy pescó a un inquilino distinto. La última vez vivía una vieja que por el portero me grito que iba a llamar a la policía. Con el anterior tuve más suerte. Resultó ser un extranjero bastante bonito que después de varios timbrazos y un par de llamadas me dejó subir. El tarado me indicaba dónde estaba el baño y cuál era la canilla de agua caliente. Me cansé de decirle que yo había vivido ahí con mi ex. Si no hubiera cambiado la cerradura habría investigado más. Seguro que mis cosas estaban metidas en algún placard y hasta puede que ese alemancito sea un chorro. Sucede todo el tiempo con los extranjeros y no solamente con los peruanos. Después de un tiempo, igual, me olvidé de la computadora, de la ropa, de mis libros y todas las cosas que había dejado ahí. Me cuesta retomar el diario porque por momentos tengo la sensación que me están leyendo a escondidas y que todos se cagan de risa. Mi psicóloga sostiene que forma parte de mi manía persecutoria y que me hace bien escribir. Y también asegura que la única que está leyendo mis cosas, es ella. Lo que pienso es que cualquier persona puede dedicarse a más de una profesión y yo no sé lo que hace la mina después de las sesiones. Es obvio que algo hace con todo lo que le doy, además de “trabajar en mi cura”, yo no me chupo el dedo. A esta altura, la verdad, sigo yendo para verle la hilacha. Cada vez estoy más convencida que detrás de esta pantomima hay montado un negocio. Es algo que estoy investigando también. No hay crimen perfecto y Snob dejó rastros por todos lados. En un momento pensé en contratar a alguien para hacer el laburo sucio, pero ando sin un mango y por ahora me las arreglo bastante bien. No soy Sherlock Holmes pero puedo distinguir a un tipo disfrazado en la calle. Era de no creer. La primera vez que lo vi camuflado fue en el subte. Le clavé la mirada para que se hiciera cargo y él no paró de ignorarme. Creo que lo hice sentir incómodo porque se bajó empujando gente, de mal humor y apurado. Decía “permiso, permiso” mientras se abría paso y ahí, la cagó. Con la barba pegada y las gafas negras podía disimular, pero la voz no tiene maquillaje. No sé porqué quiere evitarme si es obvio que lo nuestro terminó. Yo puedo entender que para ponerle final a una relación lo mejor es alejarse y pasar a otro tema, pero tampoco dejar de saludarse y actuar como perfectos desconocidos. Últimamente, trato de poner la mente en blanco pero veo todo rosa clarito. A veces me esfuerzo tanto que se me revuelven las tripas. No puedo hacer como si el pasado no estuviera ahí. Ni siquiera cambiarme el nombre o mudarme varias veces me sirvió de algo. Hasta se me pasó por la cabeza hacerme una cirugía estética. Tengo miedo de quedar como una mezcla de Michael Jackson y Zulema Yoma o peor: Zulma Lobato y Ricardo Fort. Por ahí solamente me hago unos retoques y me pongo las tetas. Estuve averiguando y conviene hacértelas en Brasil. De paso, te haces una escapada. Lo estoy planeando para el verano así mato dos pájaros de un tiro. El último chongo con el que estuve me decía que no las necesito, que estoy bárbara así. Pero yo me doy cuenta que no tengo veinte años y que cada vez tengo más competencia. La experiencia me la meto en el culo: vos dame diez años menos y te regalo mi sabiduría. Fabrizio me dice que estoy metida en un círculo negativo. Puede ser. Quizás por eso estoy conviviendo con él que es un completo idiota. Sólo a mí se me ocurrió adoptar de novio a un modelo de “Llame ya”. Me lo levanté así, por televisión y en vivo, un martes a las tres de la mañana. Quedamos en línea privada y nos vimos al día siguiente. Debí prever que el muy imbécil me iba a caer con el Slender Shaper. Eso no me molestó tanto como que insistiera para que me lo pruebe. No estuvo bueno cenar en mi primera cita con el masajeador abdominal puesto y Fabrizio diciéndome: “¡Come sin culpa, dale!. Que te deja todo durito.”. Se pasó de la raya cuando me pidió que me lo ponga para endurecer “las lonjas flácidas que tenés bajo la axila”. Pero fue cuestión de acostumbrarse al primer mal trago y verle la ventaja. En casa tengo el Celluless (masajeador de celulitis), el Ez Trim (para quitar el vello de los lugares difíciles), la Pulsera Supreme (generadora de energía positiva); dos Tanagras - en blanco y en negro -(para modelar la cintura sin apretar), varios tubos de Vigel (para incrementar el placer sexual y la excitación), un Outhfull Essence (equipo personal portátil de microdermoabrasion) y otras pelotudeces más como un plumero giratorio, una manguera plana y un aerosol que desintegra la mierda de perro. No tengo perro por ahora. Pero estoy en tratativa de comprarme un Fox Terrier. Ya lo señé en la veterinaria. Lo que pasa es que cuesta tan caro que voy dejando cien por mes....y así no me lo van a dar nunca. La mina me aconseja llevarme un gato pero soy alérgica. Y no me gustan los animales encerrados en departamento. El perro es otra cosa, no sufre. Y de última, me importa un carajo. Igual, estamos pensando en mudarnos al campo. Fabrizio quiere independizarse y dice que a la gente del interior se le vende cualquier cosa. Es un comerciante nato. Hasta me convenció a mí que tenía que invertir en la empresa. Todavía no recuperé nada, pero espero ver un mango en algún momento porque en dos meses me quedo en la calle.

jueves, 3 de junio de 2010

Suave canesú. 9


En medio de la fiebre del matrimonio gay, Snob le propuso casamiento a uno de nuestros mejores amigos. Me puso feliz saber que al fin iba a usar ese vestido que nunca me pongo y que todavía estoy pagando con la tarjeta. Me quedan dos cuotas, fijas y sin intereses. Lo compré con un descuento del 25%, un “miércoles super mujer” con Banco Santander Río. Aún así, me salió un ojo de la cara. Ya estaba arrepentida por seguir mi calentura de mujer indispuesta cuando Snob me sacó la culpa. Después de todo, cómo no iba a gastar en una ocasión así de especial. No todos los días se casa el amor de tu vida. Por supuesto que lo voy a superar ni bien me lo saque de encima. Este es el sexto “amor de la vida” que tengo y sobreviví a casi todos los intentos de suicidio. Tampoco es que el Sr. Snob me pegó tan fuerte. Me irrita la mayoría de las cosas que hace y físicamente no me atrae ni un poco. Lo que menos tolero es que se empecine en negar que fuimos amantes. ¡Si nos vio todo el mundo en las fiestas! Para mí que tiene un complejo de inferioridad y se siente poca cosa. Hace rato que tendría que estar medicado el infeliz. La cuestión es que estuvimos dos meses planeando la boda. Del novio sólo supe que era suizo y que se lo ligó en un bar irlandés, por el centro. Nunca llegué a conocerlo. Un rato antes de salir para el Registro Civil, Snob me llamó desesperado. Me tomé un taxi y lo encontré sentado en el cordón de la vereda, todo despeinado, vestido de traje, descalzo y con la corbata sin anudar. Lloraba como un nene. Lo abracé lo más fuerte que pude y lo hice entrar. Su teléfono no paraba de sonar. Me pidió entre mocos: “Apagalo, es ese marica de mierda…”. Nos hicimos un té y nos tiramos en la cama. Antes de tener una de las cojidas más mágicas de mi vida, hablamos del matrimonio. Me dijo que se iba a casar porque estaba “en contra del cinismo políticamente correcto” y que “el matrimonio nos obliga a hacernos cargo de algo”. Le contesté que me parecía una estupidez su razonamiento viniendo de una de las personas “más inconstantes del mundo” A lo que agregué mientras le empezaba a desabrochar el pantalón: “Y de las más hijas de puta”. La fiesta se hizo igual, obviamente. El salón estaba pago y las mujeres ya habíamos ido a la peluquería. Ninguno de los novios estuvo presente, menos mal. Habrían hecho sentir incómodos a los invitados. Me levanté un tipo bastante interesante. No me acuerdo su nombre, pero sí que tenía traje con zapatillas Adidas. Qué grasa. Creer que esa moda se sigue usando. Bailaba con la corbata anudada en la cabeza, haciéndose el rebelde pero no tanto, era un imbécil total. Pero la cojida estuvo buena. Como me suele pasar en los casamientos, me deprimí mucho a eso de las cinco o seis de la mañana. No queres que se termine, que se alargue el carnaval carioca (total ya te importa todo un carajo), que traigan más champagne los mozos y que el maquillaje no se corra. Todas las solteras locas y las casadas aburridas cantaban “dancinggggggg queennnnnnnnnn” y giraban en la pista y yo sentada viendo esa embriaguez patética propia del final de fiesta, conteniéndome para no llorar. En un rato nomás, todos volverán a sus casas con una mezcla de tiramisú y ensalada rusa en el estómago. Los más losers vuelven borrachos y con papel picado en la cabeza. La mayoría pide el taxi de a grupitos para ahorrar (“a mí me tirás en Palermo que te queda de paso”, “ojo que voy para Almagro y te desvías”, “agarrá la Juan B. Justo yo de ahí me arreglo”), otros cargan a los que pueden en sus autos miserables o en sus camionetas a todo trapo. Estos últimos son los peores, porque te hacen sentir la diferencia. Podes tener el vestido más lindo de la noche y los zapatos más caros, pero si a la vuelta (momento decisivo) haces mérito para subirte al auto de otro, sos una tilinga cualquiera. Por eso, mejor no ostentar y no cagar más alto que el culo. Y entonces me doy cuenta que todavía no pagué la última cuota del vestido que llevo puesto, que los zapatos no los voy a volver usar hasta otro casamiento y que tengo que devolver esta carterita de mierda (al pedo, chiquita, plateada y con la tira de cadena) a una amiga que tiene “de todo”. La misma que me prestó el collar y los aritos de perlas. Los hay por 20 mangos en “Todo Moda” pero ella tenía los legítimos, heredados obviamente. Como mi abuela nunca guardó nada (y además no la conocí y era pobre) no tengo esas cosas retro chic que llevan las pendejas a las fiestas. De todas formas y como decía, al final, a todas se les ve la hilacha. Y las más osadas afanamos el centro de mesa si podemos. De mínima, nos llevamos un puñado de bombones o caramelos. Con Snob después de ese evento, no nos volvimos a ver por un par de años. Ni siquiera me llamó el muy mierda para ver cómo me había ido en su casamiento. Siempre lo dije: es un tipo muy egoísta, se creía el ombligo del mundo. Y eso que lo apoyé desde un primer momento. Si hasta estoy a favor del matrimonio gay, siempre y cuando sea en Capital Federal y entre personas del mismo sexo.